Es cada vez más notorio que el Diseñador de Interiores del siglo XXI debe contar con una mayor cantidad de herramientas proyectuales de interiorismo que lo ayuden a desenvolverse en un mundo cada vez más competitivo en lo que a la disciplina se refiere, donde al proponerse investigar en profundidad el tratamiento proyectual de los distintos espacios residenciales, comerciales, de trabajo, turísticos, y paisajísticos, se pueda manifestar a partir de un proceso de actos y decisiones de fuerte creatividad. Asimismo debe generar un concepto claro e identificatorio de diseño para el cliente al cual responde, fundamentando cada decisión de proyecto y dotando a su propuesta de un potente sustento teórico-conceptual, a fin de lograr las distintas calidades de espacios que sean posibles de materializar. Saber dotar los ambientes de un carácter particularizado, realizando en un todo conjunto el diseño conceptual, a partir de la personalización de cada espacio, sea para el uso que está destinado, es el desafío que proveerá al diseñador de interiores, de una expresión propia, como variable diferenciadora en el mundo laboral. En el diseño de interiores se logran grandes cosas con un conocimiento acabado de las variables que influyen al momento de proyectar; teniendo presente los otros condimentos fundamentales que son: el interés, la dedicación y el deseo de experimentar. El espacio interior se transforma día a día: se ha iniciado la búsqueda de nuevas experiencias sensoriales y ello requiere una redefinición de la intervención en lo proyectual.